Los portainjertos de la familia M abren el abanico de la nueva viticultura

Los portainjertos de la familia M abren el abanico de la nueva viticultura

La investigación realizada por Agromillora y VCR ofrece nuevas garantías frente al cambio climático y para mejorar la sanidad. Así lo demuestra el testimonio de viticultores de Galicia, Cataluña y Castilla y León.

El viñedo del siglo XXI debe dar respuesta a un escenario marcado por el cambio climático, por una normativa sanitaria cada día más estricta y por un consumidor que impone nuevos gustos y exigencias. Buena parte de las soluciones reside en los clones escogidos, pero sobre todo en los portainjertos. Estos confieren a la planta las características requeridas por el viticultor, con efectos también sobre la uva y el vino.

Los ensayos realizados en los últimos años por la compañía VCR, representada en España por Agromillora, revelan que parámetros como vigor, productividad y calidad de la uva son muy diferentes en función del pie escogido.

 

Mejora en diferentes parámetros

Benjamín Crespo, delegado de Agromillora en la Zona Norte, apunta que los nuevos portainjertos de la familia M de Agromillora y VCR mejoran diversos parámetros respecto a los existentes previamente y suponen una herramienta de gran utilidad al servicio del viticultor, pero se debe prestar atención a las necesidades de cada viñedo a la hora de inclinarse por uno de ellos.

Sin ir más lejos, un vigor reducido induce a una mayor concentración de antocianinas (sobre todo en los portainjertos M1 y M3) y polifenoles. En sentido contrario, la experiencia acumulada en viveros y plantaciones demuestra que los pies muy vigorosos presentan menor concentración de estos elementos.

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Al mismo tiempo, valores como pH, acidez total y grado probable no presentaron grandes diferencias para los distintos portainjertos, si bien hay uno que mejora sustancialmente la productividad del viñedo, que es el M2.

 

Plantar en nuevas zonas

Esta nueva generación de portainjertos permite acceder a nuevas zonas de plantación, como páramos y terrenos con elevada presencia de caliza activa. También permiten la replantación tras el arranque y acceder a portainjertos que sobrevivan a las cepas viejas, según Benjamin Crespo.

Del mismo modo, mejoran la calidad (por ejemplo con la presencia de los mencionados polifenoles y antocianos) y permiten el equilibrio en los viñedos, además de evitar despuntes, aclareos y operaciones que el viticultor puede considerar prescindibles.

Una serie de ensayos sobre nuevos midió diferentes parámetros agronómicos relacionados con el desarrollo vegetativo (vigor, expresión vegetativa y nitrógeno proteico en los mostos, APA) y la productividad (producción por cepa, peso medio de racimo, fertilidad y peso medio de la baya).

El estudio demostraba que existe una estrecha relación entre la capacidad de crecimiento de la planta y la acumulación de APA a partir de valores de vigor medio-altos.

En cuanto a la producción por cepa, las mejores prestaciones correspondían a los portainjertos M2 y, con diferencias pequeñas, 41 B y 140 Ruggieri. Después se encontraban los 110 R, SO 4 y M 4, y algo por debajo los 1103 P y 420 A.

Las menores producciones las presentaban M1 y M3, lo que en su conjunto dejaba clara uno de las principales conclusiones de los ensayos: la limitada relación entre desarrollo vegetativo y productividad. Crespo apunta que esta nueva familia de portainjertos se ha obtenido mediante cruzamientos de los pies ya existentes. El objetivo es dar “nuevas alternativas” al viticultor al mejorar aspectos como la calidad de la uva, el vigor o la capacidad productiva.

Plantar en nuevas zonas

 

Adaptados al terroir

Las características de cada portainjertos hacen que el responsable del viñedo pueda escoger aquel que mejor se adapta a su terroir. Benjamín Crespo destaca que, por ejemplo, el M1 se ha demostrado especialmente adecuado para zonas como la DO Ribera, con un suelo rico en caliza al mismo tiempo que da vinos de elevada calidad, con antocianos altos y con polifenoles totales también altos. Del mismo modo, el M2 se revela como el más adecuado para replantaciones por su alta productividad, ya que “en ocasiones hay problemas de competencia y otros pies no la aguantan”. También lo recomienda para las variedades blancas, empleadas para obtener elevadas producciones. También destaca el papel que puede desempeñar un pie como el M3, apto para producciones limitadas pero con elevada calidad de la uva, con poco vigor de planta y para suelos con escasa presencia de caliza.

 

Tomar decisiones en función del vigor

Miguel Tubio, director técnico de las bodegas Martín Códax, señala que el grupo bodeguero (con presencia en las DO Rías Baixas, Bierzo y Monterrei) plantó el portainjertos M2 hace tres años. Será en la vendimia de 2021 cuando estas plantas entren en producción, con muy buenas perspectivas.

“Siempre nos gusta probar, sobre todo para tantear opciones de vigor de la planta y para hacer frente al cambio climático”, señala el director técnico, satisfecho porque el portainjertos M2 “ha dado una nota muy alta en cuanto a adaptación a nuestros suelos, con una muy buena planta”.

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Al mismo tiempo, el equipo que dirige Tubio está pensando en los M2 y M4 para tener plantas de mayor vigor, que permitan elaborar en zonas más interiores y para hacer frente al cambio climático. Incluso “queremos probar los de menos vigor, como el M1, para aquellas zonas en las que se persiga obtener una mayor concentración de aromas y una mayor estructura en el vino”, apunta.

En Galicia el vigor no se comporta como en otras zonas productoras de España, por el clima atlántico y por la presencia de suelos fértiles. “Aquí se ve que algunos portainjertos pensados para el norte de Europa pueden no tener sentido en otras partes de España, pero sí lo tienen en Galicia”, subraya.

Eso sí, en Galicia se pone viñedo cerca del mar y en los valles de los ríos, que es donde la uva consigue el grado de maduración óptimo. “Cuando se vaya más allá el vigor será importante”, anuncia.

Para él, la DO Rías Baixas ve el cambio climático como un periodo de adaptación, no como una circunstancia dramática, si bien es cierto que “sigue lloviendo mucho, pero a destiempo”. Y con escenario en el que los vinos de la variedad albariño alcanzaban los 11,5 grados en la década de los 90, pero que en 20 años han subido un grado y se han situado de media en los 12,5. “Una subida de un grado, pero es posible que vayamos a más en el futuro”, destaca.

Por el momento solo se ha ensayado este portainjertos con la variedad que ha dado fama mundial a la zona, la albariño. Sin embargo, el grupo bodeguero ya se plantea abrirse a la godello y a otras uvas que pueden tener un buen comportamiento en Galicia.

Las nuevas variedades y los nuevos portainjertos que se irán ensayando suponen una nueva aventura enológica. Y, sobre todo “nos permiten disponer de más herramientas con las que jugar ante un nuevo escenario para el que hay que prepararse”, destaca Tubio.

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“Yo plantaría el M2 en cualquier suelo”

Josep Arrufat, viticultor y bodeguero de la DO Terra Alta, en la provincia de Tarragona, conoce desde hace años los portainjertos introducidos en España por Agromillora.

En su plantación han dado buenos resultados el 140 Ruggieri, el 1103 Paulsen y el Richter 110. Hace cuatro años apostó por el M2, y ya dio cosecha el año pasado. “El M2 lo plantaría en cualquier suelo; se adapta bien a todos ellos. No afecta al cuajado y ofrece un vigor igual al de otros portainjertos más tradicionales, con pocos problemas sanitarios”, recalca. Se muestra “muy satisfecho” con este portainjerto desde el punto de vista del desarrollo de la planta, y con una producción muy similar a la del 140 Ruggieri.

Arrufat, responsable de la bodega Vins del Tros, destaca otra característica fundamental del M2: “No es sensible a la cal activa”. Principalmente se injerta la variedad garnacha blanca, muy arraigada en la comarca de Terra Alta, que acumula el 40% de la producción de esta variedad en España.

La garnacha alta aguanta bien las sequías en la comarca, donde ya todo el punto recurre a los riegos de apoyo. Se adapta bien a los suelos más difíciles de la comarca. Una combinación entre esta variedad y el portainjerto M2 tiene un potencial enorme, en su opinión.

 

Portainjertos para agricultura ecológica

Con un clima continentalizado, de escasas precipitaciones, inviernos largos y fríos, y veranos calurosos, también se toman decisiones para afrontar el cambio climático en la DO Rueda. Marta Baquerizo, enóloga de Belondrade, destaca la ventaja de que al elaborar vinos blancos “podemos adelantar la vendimia, ya que la madurez fenólica es importante en la uva verdejo, pero no tanto como en las variedades tintas”.

La bodega busca otros ciclos y portainjertos que se adapten a las circunstancias, dentro de una política de cambios que se va introduciendo de forma paulatina. Pero sin perder de vista que se trata de una bodega que ha abierto muchas puertas en la comarca. Fue la primera de la DO Rueda en envejecer vinos blancos tras una fermentación en barrica.

Defensora de una viticultura que le permita obtener uvas de gran calidad, la bodega se muestra “orgullosa” de trabajar cuidadosamente cada una de sus 23 parcelas, que suman 40 hectáreas. Este mosaico de viñas proporciona mostos muy diferentes en función del tipo de suelo, de su orientación, edad, portainjertos y clones.

 

M2 y M4 son de gran vigor y especialmente adecuados para variedades blancas

Aquí entran en juego los pies de Agromillora y VCR, en un viñedo en el que labores y prácticas culturales tienen un único objetivo: extraer la esencia de cada suelo, de cada parcela, lo que se mantendrá al elaborar un vino por cada una de las fincas. Será al final del proceso cuando los ‘coupages’ definan cómo es el vino que sale al mercado.

La suya es una viticultura ecológica, en la que prima el respeto a la biodiversidad. A cambio, se considera al aire como “el mejor aliado” para evitar las enfermedades. Con la mirada puesta en el vino, “buscamos rendimientos más bajos y evitamos las graduaciones alcohólicas excesivas”, recalca Baquerizo.

Los trabajos se realizan en función de las necesidades de cada parcela y siempre en el momento idóneo, marcado por lo demanda la propia planta. Se lleva a cabo una poda relativamente larga y tardía, de modo que se inhibe el crecimiento de las yemas y se previenen los daños de posibles heladas tardías y granizo. La vendimia en verde tendrá por objetivo obtener una maduración más homogénea y obtener un mayor control sobre la producción.

Es un tipo de viticultura que da prioridad a la relación entre suelo y planta, y donde los nuevos portainjertos desempeñarán un papel protagonista.

 

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