Impacto ambiental y social del olivar superintensivo al tradicional

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La erosión y la pérdida de materia orgánica son dos de los factores principales de la degradación del suelo por la actividad agrícola. El laboreo excesivo y otras prácticas de cultivo que dejan el suelo desnudo aumentan la incidencia de ambos factores. Las plantaciones superintensivas no suelen labrarse, y en ellas es habitual el uso de cubiertas vegetales en el centro de las calles. Por otro lado, la mayor densidad de árboles, en comparación con el olivar tradicional, contribuye también a la fijación del suelo.

En las plantaciones superintensivas, además, los restos de poda y de la propia cubierta vegetal suelen triturarse y dejarse sobre el terreno para su incorporación al suelo. Por todo ello, en la mayoría de las plantaciones superintensivas la erosión y el deterioro de la estructura del suelo son menores que en muchas plantaciones tradicionales y, a igualdad de sistema de manejo, no hay razón para pensar que las plantaciones superintensivas sean más dañinas para el suelo que las tradicionales.

Mairech y col. (2020) usaron el modelo OliveCan, que simula los balances de agua y carbono para distintos sistemas de manejo y de condiciones de suelo y clima, para analizar el secuestro de carbono total (carbono almacenado en el suelo y en la planta) y la Productividad Neta del Ecosistema (diferencia entre el carbono que se fija por la fotosíntesis y el que se libera por respiración) en olivares del sur de Europa, con densidades de 100, 200, 400 y 1.650 árboles/ha y producciones medias de 2.030, 2.280, 4.200 y 5.330 kg de frutos/ha, respectivamente.

Los resultados de una simulación a 30 años mostraron que el carbono total en olivares de distintas densidades y tipo de manejo aumentó con el tiempo, siendo mayores los aumentos en las plantaciones con mayor disponibilidad de agua y con mayor densidad de planta. Así, los olivares de secano con 100 árboles/ha secuestraron algo más de 40 t/ha de carbono en el periodo estudiado, mientras que los superintensivos con riego secuestraron más de 80 t/ha. En cuanto a la Productividad Neta del Ecosistema, las plantaciones superintensivas mostraron aumentos, con respecto a las tradicionales, de entre el 50 y el 100%.

Impacto ambiental

La mayor cantidad de carbono captado por fotosíntesis contribuyó al aumento de producción, que fue entre el 28 y el 73% mayor en plantaciones superintensivas que en las tradicionales. Los resultados de Mairech y col. (2020) confirman que el olivar es un cultivo secuestrador de carbono, y ponen de manifiesto que dicho efecto se acentúa con la intensificación. En cuanto al riego, los requerimientos de agua del olivar son de unos 3.500 m3/ha para el olivar tradicional y de unos 5.000 m3/ha para el olivar superintensivo. Pero en términos de productividad del agua (gramos de materia seca de fruto/litros de agua consumida por el cultivo) el olivar superintensivo es más eficiente que el tradicional.

Olivar tradicional con cubierta parcial.
Olivar tradicional con cubierta parcial.

El trabajo de Mairech y col. (2020), por ejemplo, muestra valores de productividad del agua de 0,56 g/litro para baja densidad y de 0,73 g/litro para super alta densidad. El aumento de la productividad del agua con la intensificación se debe a un manejo del riego más eficiente. Por un lado, la programación del riego suele ser más efectiva en las plantaciones intensivas que en las tradicionales. Por otro, la reducción de las pérdidas de agua por evaporación desde la superficie del suelo y el aumento de la densidad radicular en los volúmenes de suelo humedecidos por el riego reducen las pérdidas por drenaje.

En un escenario de cambio climático como el que se predice (temperaturas más altas y precipitaciones más bajas y erráticas), el riego contribuirá, además, a que se mantenga la capacidad de secuestro de carbono del olivar (Brilli y col., 2019). En este contexto, donde el agua es un factor limitante, el uso de estrategias de riego deficitario contribuirá a maximizar la productividad económica del agua (Fernández y col., 2020).

Herbicidas

El consumo de herbicidas en un olivar superintensivo es bajo. Suele tratarse una vez al año con un herbicida de preemergencia, en una franja bajo los árboles que no suele suponer más del 30–40% del suelo cultivado, y completarse con 1 o 2 aplicaciones adicionales de ultra bajo volumen con un herbicida de postemergencia en zonas donde aparezcan hierbas que puedan competir con el cultivo. Esto, junto con la menor escorrentía que suele darse en el olivar superintensivo en comparación con el tradicional, da lugar a un riesgo bajo de contaminación de aguas superficiales ocasionada por el arrastre de herbicidas por escorrentía.

También es bajo en el olivar superintensivo el riesgo de contaminación del agua del subsuelo por el lavado de herbicidas hacia capas profundas del suelo, ya que el riego deficitario, habitual en este tipo de plantaciones, disminuye mucho el drenaje.

Olivar tradicional con cubierta completa.
Olivar tradicional con cubierta completa.

Fertilizantes

En cuanto a los fertilizantes, el establecimiento de las dosis por métodos racionales, como el análisis foliar anual, y la aplicación precisa por fertirrigación, habituales en los olivares superintensivos, reducen el lavado de fertilizantes por debajo de la capa de suelo explorada por las raíces y, por tanto, el riesgo de contaminar el agua almacenada en el subsuelo. En los olivares tradicionales, en los que suele abonarse mediante 2–3 aplicaciones anuales de fertilizante, el riesgo de arrastres por escorrentía y de lavados por drenaje es mayor.

Polución Aérea

La polución aérea que pueden ocasionar las plantaciones de olivar deriva principalmente de la quema de restos de poda, de la aplicación de fitosanitarios y de la emisión de CO2, tanto por el uso de tractores como por el deterioro de la materia orgánica del suelo por el laboreo. Como se ha mencionado anteriormente, en las plantaciones de olivar superintensivo no se labra ni se queman los restos de poda, y el secuestro de carbono es mayor que en las plantaciones tradicionales. Sí se hace, en cambio, un mayor número de aplicaciones de productos fitosanitarios (Cuadro 1) y, además, se requiere más energía eléctrica para el riego. Ahora bien, si se normalizan estos insumos por la producción, la diferencia entre tradicional y superintensivo puede ser despreciable e incluso favorable a las plantaciones superintensivas.

Parece, pues, que la contaminación aérea ocasionada por este tipo de plantaciones es menor que la de las tradicionales, aunque no hemos encontrado estudios al respecto que lo avalen.

En cuanto a la biodiversidad, lo que la Agricultura Intensiva Sostenible persigue es un mosaico constituido por plantaciones de cultivos herbáceos y leñosos que se combinan con zonas boscosas, lindes con vegetación y parcelas de pastoreo, o no cultivadas, que permitan el desarrollo de la flora y la fauna habituales en la zona. Se trata, de hecho, de conseguir un entorno ecológico viable para una gran variedad de especies de plantas y animales (Beaufoy, 2002; Rockström y col., 2017). Se conseguiría así un agroecosistema con las mayores ventajas posibles para el paisaje, la biodiversidad y las condiciones socio–económicas de la comunidad (Brunori y col., 2019).

Olivar

El olivar tradicional sería un actor principal en dicho sistema, ya que las plantaciones tradicionales, si se manejan de forma integrada o ecológica, suelen tener efectos más positivos sobre el paisaje y la biodiversidad que las de alta densidad (Duarte y col., 2009; Castro– Caro y col., 2014; Villanueva y col. 2017). Con el olivar tradicional, sin embargo, se requeriría del apoyo económico de instituciones locales, nacionales o supranacionales, no solo para que las plantaciones no sean abandonadas por su baja rentabilidad, sino para que el agricultor adopte buenas prácticas agrícolas que reduzcan el impacto negativo de estas plantaciones en el ambiente (no laboreo o laboreo mínimo, cubiertas vegetales, muretes o pozas para disminuir las pérdidas de suelo por erosión y captar el agua de lluvia, lucha biológica, etc.).

Esto va en línea con las prácticas de cultivo necesarias para la recepción de ayudas agroambientales de la PAC (López–Pintor, 2018, Rodríguez–Sousa, 2020). En el sistema agroforestal promovido por la Agricultura Intensiva Sostenible cabrían, igualmente, las plantaciones superintensivas, siempre y cuando su sistema de producción sea integrado o ecológico. Aparte de su mayor rentabilidad, que reduce el requerimiento de subsidios para la implementación de buenas prácticas agrícolas, su menor impacto ambiental las válida para formar parte de ese mosaico de plantaciones, tierras de labor y zonas no cultivadas con el que conseguir el mejor equilibrio entre rentabilidad y sostenibilidad.

Olivar superintensivo con cubierta parcial.
Olivar superintensivo con cubierta parcial.

Impacto social

El impacto social del olivar está relacionado con los beneficios intangibles ocasionados por el mantenimiento del empleo, el ocio, la cultura, el disfrute del paisaje o la satisfacción de pertenecer a un colectivo con una identidad y unos valores asociados a la tradición del cultivo de la tierra (Arriaza, 2010). El olivar tradicional requiere más mano de obra que el superintensivo, lo cual es bueno para la comunidad rural. Pero los bajos sueldos y el escaso nivel de especialización hacen que estos puestos de trabajo sean poco atractivos.

Esto explica la creciente dificultad de encontrar temporeros para el olivar tradicional. Si se aplica un sistema de producción ecológica, el olivar tradicional se transforma, entonces, en la opción que más empleo y valor para la comarca crea (Pleguezuelo, 2018). Pero hay que tener en cuenta que la viabilidad de este tipo de plantaciones depende de la existencia de subvenciones o de un consumidor que esté dispuesto a pagar el alto precio de los productos ecológicos. El olivar superintensivo requiere de menos mano de obra pero con mayor cualificación, lo que favorece el nivel técnico y cultural de la comunidad rural.

Habría que ver, sin embargo, si este capital de formación y conocimientos técnicos llega a beneficiar a la comunidad rural en la que se encuentra la plantación, ya que a veces los operarios se traen de otros sitios (Silveira y col., 2018). Por otro lado, la diversidad visual del paisaje está condicionada por el tamaño y sistema de manejo de las plantaciones, su distribución con otros cultivos y usos del suelo de la zona, y la existencia de elementos singulares, siendo la densidad de plantación en sí un factor de menor influencia.

De esta manera, las plantaciones superintensivas, por sus ventajas ambientales y socioeconómicas mencionadas arriba, y racionalmente combinadas con otros cultivos y sistemas de producción, son un elemento positivo sobre el valor del paisaje (Arriaza, 2010). Esto es especialmente válido para el olivar superintensivo que incorpore zonas para el desarrollo de la flora y la fauna, como estanques, setos, coberturas verdes, o refugios para animales e insectos, elementos, todos ellos, que pueden contribuir a mejorar la calidad del paisaje y, por tanto, las condiciones socioeconómicas de la comunidad rural.

En conclusión

Bajo el punto de vista económico, el olivar de densidad alta y super alta es claramente ventajoso frente al olivar tradicional. En lo que al impacto ambiental se refiere, tanto la erosión del suelo como el riesgo de contaminación de aguas superficiales y subterráneas por agroquímicos disminuyen con la intensificación del olivar. Por otro lado, este es un cultivo captador de carbono y mejorador de la fertilidad del suelo, y estas propiedades no se reducen con la intensificación, sino que, por el contrario, la productividad del agua, la productividad neta del ecosistema y el carbono acumulado en el suelo, mejoran con la densidad de la plantación y con las prácticas de manejo habituales en plantaciones de alta y super alta densidad.

En el aspecto social, aunque el olivar tradicional está más ligado a la tradición y cultura de las comunidades rurales, los bajos salarios y el escaso nivel de formación requeridos limitan su potencial para crear empleo de calidad. Por otro lado, la escasa rentabilidad del olivar tradicional propicia su abandono y aumenta el riesgo de despoblación. Frente a eso, el olivar superintensivo crea empleo más cualificado y tiene un alto potencial para mejorar la formación y condiciones sociales en la comunidad rural cercana, aunque este se ve limitado, a veces, por la contratación de personal cualificado ajeno a la comunidad. Bajo el punto de vista paisajístico y de mantenimiento de la biodiversidad, el olivar tradicional es más efectivo que el superintensivo, pero el resultado final depende más del sistema de manejo, y de la alternancia del olivar con otros cultivos y con lindes y zonas no cultivadas, que del tipo de plantación en sí.

En nuestro análisis no hemos encontrado evidencias que justifiquen las críticas sobre impacto ambiental que a veces suscita el olivar superintensivo cuando se le compara con el olivar tradicional, salvo en lo que corresponde a la diversidad biológica y al paisaje. Estas variables, sin embargo, hay que analizarlas a escala de ecosistema más que de plantación y, en ese sentido, el olivar superintensivo cumple con los criterios
de la Agricultura Intensiva Sostenible y tiene cabida en un agroecosistema con el que conseguir el mejor equilibrio entre la rentabilidad de la plantación y su impacto ambiental y social.

Revista Fruticultura
J.E. FERNÁNDEZ1, N. NAVARRO2, M.V. CUEVAS3, V. HERNÁNDEZ–SANTANA4, F. ALCÓN5
(1) Investigador del CSIC y director del IRNAS. Grupo de Riego y Ecofisiología de Cultivos. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC). Sevilla
(2) Profesora. Centro Integrado de Formación y Experiencias Agrarias. Molina de Segura, Murcia.
(3) Investigadora del CSIC. Grupo de Riego y Ecofisiología de Cultivos. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC). Sevilla.
(4) Investigadora del CSIC. Grupo de Riego y Ecofisiología de Cultivos. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC). Sevilla.
(5) Titular de Universidad. Departamento de Economía de la Empresa, Universidad Politécnica de Cartagena. Cartagena.

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